jueves, 24 de septiembre de 2009

¡PICANYA, QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE!


Como hemos cambiado. Y cómo ha cambiado nuestro pueblo con nosotros. Hace unas semanas visité, en el día de puertas abiertas, la escoleta municipal ‘La Mandarina’ (educación de 0 a 3 años). Quedé impresionado de las instalaciones, los medios de los que se disponen y las condiciones educativas; e inevitablemente recordé mi infancia y mis etapas escolares. La comparación era inevitable, y siguiendo con éstas el siguiente paso fue comparar no sólo la parte educativa de mi infancia sino también la social: los juegos en la calle, los solares que hacían de parques, los veranos, los partidos con ‘los de la calle San Antonio Abad, o con los de Sta. María del Puig, o con los de Vistabella, …’


Después de 35 años y con algún hijo que criar, me doy cuenta de cómo ha cambiado Picanya. La educación de 0-3 años a la que mi generación podíamos aspirar era ir a las ‘monjas’ y que nos enseñaran a rezar y silbar; una vez en el colegio (yo fui al Sorolla) recuerdo el apelotonamiento a la hora del recreo y los 800 m de gimnasia (ahora Educación Física) que los corríamos por las calle (sí, sí, por las aceras); y después de clase venía la hora de jugar, … de jugar en la calle, las pistas de baloncesto eran las placas de los vados permanentes, las pistas de tenis se pintaban en el suelo con tiza, los toboganes y columpios eran las márgenes del barranco (en el mejor de los casos con un cartón en el culo para no romper los pantalones), los solares hacían de campos de fútbol o de béisbol o de cualquier otro juego, el único parque del pueblo estaba en la estación del trenet, y para aprender ha nadar tenía que ser de verano en verano, y así podría seguir con numerosos recuerdos.


Ahora, que vivo la infancia con los ojos de mis hijos, descubro un pueblo distinto. Con unas instalaciones educativas espectaculares (desde los 0 hasta los 18 años), con los solares convertidos en parques perfectamente equipados, con pistas deportivas abiertas a todos, pabellón y piscina cubierta (¡se puede nadar todo el año!), carriles bici, cine, teatro y sala de exposiciones, ¡caramba! y además, lleno de árboles y jardines.


Como decía el poeta, “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestros es pasar. Pasar haciendo camino. Camino sobre la mar”.